Isidoro J. M. Aramburu
Abogado
Director del Departamento Malvinas y Asuntos del Atlántico Sur de la U.E.J.N. Ex Juez de la Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur.
OPINION Avanza la invasión británica sobre la Nación argentina
12/03/2024.
En tiempos en que lo viejo y pernicioso se esconde bajo estridentes vestiduras para regresar a las políticas que sumieron a la República Argentina en la decadencia y la frustración, nos vemos forzados a realizar una profunda critica a la causa eficiente que posibilitó esa involución. Sin ambages me refiero a la democracia formal surgida luego de la noche oscura de la dictadura militar, esa que deshonrando el glorioso uniforme
Sanmartiniano, destruyó la industria nacional y endeudó a la Nación para impedir su desarrollo.
Esa crítica, lejos de todo mezquino interés sectorial, aquí se remitirá a la falta de patriotismo o mera defección de la dirigencia política argentina, que desde 1983 de izquierdas a derechas, demorada en peleas gallináceas, no se ha puesto de acuerdo para un modelo argentino y un proyecto nacional de desarrollo. Por el contrario cumpliendo sumisa recetas “sugeridas” por el mundo desarrollado, ha traído dependencia de nuestra Patria al Poder financiero internacional, demorado su industrialización y traído desdicha y penuria al Pueblo Argentino.
No lloremos sobre la leche derramada. Vivimos un momento de quiebre y transición a partir del cuestionamiento al sistema político económico y financiero que impera hoy en el mundo entero. Asistimos a lo que algunos pensadores y militares señalan como el paso de la posguerra a la preguerra y el fin de la unipolaridad. En ese contexto de cambio y resistencias, violencia y contradicciones, el hombre es puesto a prueba para que aflore lo mejor de la condición humana, o la más miserable o pérfida conducta. Por lo tanto el pueblo argentino esta ante un momento de definiciones y decisiones acerca del camino que habremos de elegir para nuestro destino como Nación y como estirpe criolla.
Una disyuntiva de hierro nos interpela, aliñarnos nuevamente con alguno de los imperios contendientes, copiar su estilo de vida decadente y materialista y seguir como perros falderos a los que hacen de la industria de la guerra y la explotación un modo de vida. O, mirándonos a nosotros mismos preferirnos y volver la mirada a nuestras mejores tradiciones, a la fe en la confraternidad entre los Pueblos y naciones, a la paz, la familia, la comunidad organizada y la equidistancia de todo imperialismo.
Sin perder de vista la escalada de la guerra ente EEUU y Europa contra Rusia y sus aliados, además de la guerra en Medio Oriente, aquí en esta posición geográfica Suramericana, los argentinos tenemos que sacar la cabeza escondida debajo de la tierra y asumir con coraje, que en este alejado lugar del mundo convulsionado donde vivimos, el imperio Británico a pesar de su actual decrepitud y debilidad y de su participación en aquella guerra global, persiste en la perpetua invasión de nuestra Patria.
No contento con la usurpación de Malvinas, el resto de las Islas del Atlántico Sur y su Mar adyacente, en desenfreno colonial insaciable, después de la reciente visita de Cameron a las Islas, el imperio Británico expandió su ilícita ocupación del Mar Argentino a través de un comisionado Kelper que “en nombre de su majestad”, estableció restricciones totales a la navegación y pesca sobre casi 170.000 km2 adicionales del Mar Austral.
Es decir Londres amplió unilateral e ilegítimamente su control sobre el Mar Argentino con la excusa ecologista de proteger el medio ambiente porque la pesca de arrastre es contraproducente con el Krill. Es decir ilegítimamente, pisando del derecho internacional y los tratados vigentes en la materia, avanza en la política iniciada en 2012 cuando unilateralmente creó un Área Marítima protegida de más de 1.000.000 de kilómetros cuadrados en torno a las Georgias.
No somos tontos, el dominio del mar ha sido el instrumento y vía del imperio británico fuera de Europa y bajo la máscara de protección del medio ambiente que engaña a los incautos, el Reino unido de Gran Bretaña, como lo hizo en Chagos en 2010, instrumenta desde hace años en distintas zonas del globo, esa estrategia blanda de creación de Áreas Marinas Protegidas sobre mares que no le pertenecen y por lo tanto fuera del marco legal de la CONVEMAR, con exclusivos fines económicos y militares y marketing ambientalista.
Lo hace para depredar los recursos naturales argentinos, y para consolidar y ampliar su dominio colonial con fines de seguir utilizando los territorios usurpados como base militar, permitiéndole al Imperio y sus socios internacionales proyectar su poder sobre otras partes del globo, aquí concretamente sobre el profundo paso interoceánico del Mar de Hoces y el Sector Antártico Argentino.
Surge evidente que a pesar de las dificultades económicas por el Brexit entre otras causas, del debilitamiento de su ejército y de aquella conflagración bélica, el imperio, en desmedro de lo establecido por la ONU (Res. 31/49) que insta a las dos partes a no adoptar medidas unilaterales, mueve sus fichas impunemente, allí donde conoce que no habrá respuestas ni reacción política o militar.
Y entonces nos asalta un interrogante: Si no hay firme y proporcional respuesta frente a este nuevo atropello a la soberanía nacional ¿Que nos hace pensar que mañana la invasión no llegará a tierra firme? Sin perjuicio del actual y peligroso estado de indefensión, la República Argentina debe rechazar y denunciar esa provocación exigiendo su nulidad ante el Foro Internacional con el apoyo del bloque suramericano. No obstante cabe aclarar que la resistencia y lucha contra el Imperio poderoso no se gana con papeles y meras declaraciones, porque esas formalidades tendrán nula efectividad si nuestro País no restaura su económica, su política exterior y sus Fuerzas armadas para fortalecer el ejercicio de su derecho y soberanía.
Si los argentinos no iniciamos un rápido camino de recuperación política, económica y militar, ningún mero planteo en el marco del Derecho Público Internacional ha de conmover el paso firme de Inglaterra hacia la consolidación de su enclave colonial en la gran porción del territorio y mar argentino que usurpa, incluido el Sector Antártico que nos pertenece. Por empezar, si pretendemos revertir esta decrepita situación, aquellas decisiones conllevan la adopción de una seria política de defensa nacional con base en la concreta hipótesis de conflicto con Inglaterra y la rápida restauración operativa y tecnológica de las Fuerzas Armadas.
La República argentina sin demoras debe denunciar y rechazar los tratados de Madrid I y II, poner fin al vergonzante paraguas de soberanía, negar todo acuerdo de cooperación logística y económica al Reino Unido en el Atlántico Sur y retomar el camino de descolonización y recuperación de la soberanía argentina sobre las Islas del Atlántico Sur y su mar adyacente señalado por la ONU hace más de medio siglo a través de las
Resoluciones 1514/60 y 2065/65, teniendo como ejemplo la lucha de la República de Mauricio para recuperar Chagos de manos británicas en un caso similar resuelto recientemente en el marco de aquel máximo organismo internacional.
Detrás del estruendo de las bombas lejanas y los escarceos políticos, tambores de guerra alertan occidente a preparar sus ejércitos en miras a una eventual guerra franca contra Rusia y su frente aliado en su propio territorio, de ello no escapa el decadente Reino Unido de Gran Bretaña.
Estamos entonces ante una coyuntura internacional propensa que la República Argentina debe aprovechar sin pérdidas de tiempo e iniciar la restauración de toda su potencialidad política y económica con el firme objetivo de lanzar una ofensiva en todos los frentes para recuperar lo que nos pertenece por historia, derecho, geológica y geográficamente.
No hablamos de iniciativas belicosas, la República argentina y su Pueblo es amante de la Paz y ya conocemos que la cúpula militar de la dictadura al claudicar en la batalla de Malvinas por inoperancia y traición, finalmente fue funcional a la estrategia del Imperio británico luego de la crisis del Petróleo (1973) y el informe Shackleton (1976). Entonces, lo que afirmamos es que Inglaterra solo cede frente a los que teme y se hacen respetar, y esa es la razón por el que las naciones prudentes y previsoras del mundo se aferran al viejo y sabio axioma: “si quieres la Paz, prepárate para la guerra”.
No obstante y sin perjuicio de ese problema que debe revertirse -el desguace de las fuerzas armadas- la Argentina fabrica satélites, vacunas, radioisótopos, reactores y plantas nucleares etc., por lo tanto puede volver a fabricar todo lo que quiera a partir de los formidables recursos naturales y materia gris de que dispone. La industria del acero, automovilística, ferroviaria, naval y Fabricaciones Militares deben tener un rol preponderante en ese camino. Por lo tanto hay que poner punto final al sistema financiero para la especulación, al endeudamiento externo para la dependencia, y al Estado bobo que lejos de conducir el proceso de desarrollo industrial controlando las llaves maestras de la economía para la grandeza de la Nación, se ha transformado en antro burocrático y cueva de vagos y cipayos.
Ha llegado el momento en que la República argentina retome la política industrialista y soberana ejercida hasta 1976 cuando las autopartes se fabricaban en la república argentina y la pujante industria automotriz crecía con manufactura y producción de piezas propias, la flota mercante de ELMA fabricada en astilleros argentinos era la más grande del mundo, los ferrocarriles del Estado al servicio de la economía armónica de las provincias y la Nación, comunicaban y daban trabajo y vida productiva a todos los pueblos de la argentina sin importar su tamaño y ningún barco colonial navegaba el Mar Argentino sin ser advertido y perseguido por buques de la armada argentina.
Las nuevas generaciones de jóvenes argentinos deben conocer y comprender el problema del avance de la invasión colonial expuesto aquí, que por otro lado es el problema más importante que tiene la Nación argentina porque es creciente y lesiona la soberanía y por ende avasalla la independencia política y las condiciones mínimas de progreso y desarrollo nacional. Ese problema excluyente incumbe al futuro de realización integral de todos los compatriotas que forman la comunidad argentina sin exclusión, porque trunca la potenciación de la industria, el agro, la minería y la pesca.
Quizás, como aquellos criollos que desde las primeras invasiones inglesas dijeron presente con vos firme frente a los enemigos de toda laya que se presentaron durante el siglo XIX, legiones renovadas de argentinos se sientan convocadas políticamente para organizarse en cada una de las provincias argentinas y asumir el rol patriótico que el trance histórico y la heredad reclama. En ese caso, la Patria cumplirá su destino de grandeza, ese que en gran medida atado está a la disposición en beneficio del Pueblo argentino y no de los invasores, de las formidables riquezas que encierra el confín austral de la Provincia Grande de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, provincia indestructible (arts. 1, 3 y 13 CN) y centro geográfico de la República Argentina con vértice en el Polo Sur.