Fernando Gómez
Historiador y Profesor
Opinión San Martín y el éxito del Ejército de los Andes
17/08/2019. Disciplina y espíritu, pero sobre todo un buen funcionamiento económico, son claves para comprender entonces la gloria del Ejército de los Andes.
La figura de José de San Martin ocupa un lugar central en la historia de la nación. Su elevación a la categoría de héroe o “padre de la patria” tiene a su vez una historia propia que conjuga, entre otras cosas, actos estatales, decisiones y acciones deliberadas de historiadores, políticos y personas influyentes en diferentes épocas históricas. Sin embargo, esta elevación a la altura de mito nacional tiene fundamentos concretos o bases históricas desde las cuales se construyeron distintas formas de recordar a San Martín. Así, su importancia y su trascendencia se vinculan directamente con los resultados de su labor militar en el Río de la Plata. La página sobresaliente en este sentido es el cruce de los Andes con más de cinco mil hombres y la triunfal campaña sobre los enemigos al otro lado de la cordillera. Cabe entonces hacerse una pregunta lógica: ¿A qué se debió el éxito de esa empresa?
Un enfoque tradicional, con ciertos componentes anacrónicos, pensaba a la “gesta sanmartiniana” como inexorable y ponía el foco, entre otros elementos, en la figura, en el “genio” del líder militar para montar una maquinaria perfecta como fue el Ejército de los Andes. De este modo el prócer cobraba una inusitada centralidad y su propia presencia habría bastado tanto para solidificar el ejército que dirigía como para amedrentar al enemigo. Asimismo, muchos estudios se dedicaron a su vida privada despertando incluso polémicas sobre su origen o sus rivalidades con personalidades históricas específicos.
Los avances en el conocimiento histórico fueron en otra dirección y han traído nuevas miradas para pensar el éxito sanmartiniano sumando minuciosos análisis de correspondencias, memorias y otros tantos documentos de la época. La historiadora Beatriz Bragoni, especialista en la materia, ha profundizado el conocimiento de la trayectoria de San Martín con la publicación reciente de una excelente biografía política de lectura ineludible para los interesados en la historia argentina. De este modo, las nuevas explicaciones del éxito entrelazan diversos aspectos. Si nos focalizamos específicamente en la conformación y el funcionamiento eficaz del Ejército de los Andes podemos resaltar tres elementos centrales.
En primer lugar, la disciplina. Todos los ejércitos revolucionarios enfrentaban habitualmente el flagelo de la deserción y la indisciplina. Para resolver esta cuestión, San Martín implementó una serie de premisas que había conocido en su trayectoria militar. Dispuso entonces un reglamento y una serie de normas que debían cumplirse y que atendían tanto al fortalecimiento de las cadenas de mando y a la ejercitación militar propiamente dicha como a la conducta particular y cotidiana. Son numerosos los recuerdos de quienes estuvieron bajo su mando y rememoran la insistencia del líder en la pulcritud, la postura y las buenas formas que debían seguir sus subordinados.
En segundo lugar la consolidación de un espíritu de cuerpo. Es decir una identidad común, necesaria para que cada soldado enfrente situaciones límites con plena confianza en sus superiores y compañeros de armas. El día a día, con los sucesivos ejercicios y la convivencia cotidiana fueron claves. Por otro lado, como sabemos, todavía no estaba presente la identidad argentina pero sí encontramos distintas referencias que fueron claves en la constitución de una identidad común, entre las que se pueden destacar la lucha por la libertad y la dimensión religiosa. La libertad tenía distintos sentidos, los antiguos esclavos participaron con la promesa de que su servicio de armas iba a ser reconocido con el otorgamiento de la libertad, muchos otros entendieron a la libertad como el camino para salir del “yugo monárquico”. Por su parte, la religión estaba muy presente en la forma de entender el mundo de la época y por lo tanto también estuvo presente en el ejército. Más aún, San Martín siguió un consejo de Manuel Belgrano y puso especial énfasis en las prácticas religiosas, nombró Generala del Ejército a la Virgen del Carmen y encomendó al vicario castrense Lorenzo Güiraldes la coordinación y el buen funcionamiento de las tareas diarias que desarrollaban los capellanes del ejército.
El tercero y último de estos elementos centrales es quizás el más importante: la economía diaria. San Martín se preocupaba personalmente de garantizar el abastecimiento periódico de carne, galleta, tabaco y todo lo necesario para la vida en el campamento militar. El mantenimiento de los uniformes y su reposición también era clave para el líder. Asimismo, se desvelaba por mantener el pago de los salarios en tiempo y forma y si acaso en alguna ocasión no alcanzaba el numerario para cubrir la totalidad de los salarios, se reducían los montos a los jefes y oficiales y se privilegiaba el pago a los sargentos, cabos y soldados. El respeto por el pago de los salarios era fundamental para exigir esfuerzos. Un general del ejército indicó luego su importancia para “conservar la moral, corregir las faltas y castigar con el último rigor los delitos”.
Disciplina y espíritu, pero sobre todo un buen funcionamiento económico, son claves para comprender entonces la gloria del Ejército de los Andes. Las adversidades eran notorias. Sin embargo, y ante todo, las garantías de subsistencia iban a marcar el camino triunfante. El esfuerzo y el compromiso para desarrollar con éxito una empresa de la magnitud que se encaraba requería que las autoridades no descuiden la reproducción de la vida cotidiana de la población. San Martín lo sabía.