Alejandro Vinazza
Docente de la Facultad Regional Tierra del Fuego
Integrante del Centro de Estudios UTN Antártida Argentina “UTNAA”
INTERESES MARÍTIMOS Conciencia de todos
15/07/2020. En ocasiones escuchamos hablar sobre “intereses marítimos”, lo importante y beneficioso que resultan para el crecimiento del país.
Entonces, se generan algunas pocas políticas, se reeditan otras y en general se buscan soluciones mágicas para mitigar algún desastre inminente o impopularidad.
Cabe preguntarse entonces, ¿en qué estamos fallando? ¿Cuándo comenzó este abandono y desinterés por las cuestiones ligadas al mar? Probablemente la lista de causales históricas (y contemporáneas) sea demasiado vasta para este acotado análisis, pero podemos ensayar una.
Desde el inicio del ciclo educativo nos enseñan y adoctrinan en historia, geografía, ciencias naturales y económicas entre otras asignaturas, cómo enfocarnos en las bondades que el país tiene respecto de los productos del agro, y que sin ellos prácticamente la vida socio-económica del país sería inviable, tenemos la gran responsabilidad moral de mantenernos como el “granero del mundo”. Esta acotada visión estratégica nos ha condicionado, en forma general, generación tras generación, a extraer productos y exportar sin dar valor agregado, a no producir industrialmente y finalmente, a no mirar el mar como una vía de desarrollo formidable.
Tal es así, que al momento de ingresar a la educación superior conocemos el comportamiento de un elefante, pero desconocemos el de la merluza negra o el calamar argentino. Lo mismo acontece con el combate naval de Montevideo de 1814, sus héroes e importancia; la extensión de la plataforma submarina; la hidrovía Paraguay-Paraná; o qué es un puerto y su sentido comercial. No sólo me refiero al conocimiento como mero concepto enciclopédico, sino como diría el Almirante Storni, a la inculcación del interés que representa cada uno de estos valores materiales y morales. Es decir, a la relación con la conveniencia, beneficio, utilidad o provecho de tenerlas o no. El mar le tiene que interesar tanto al pueblo del litoral marítimo como al del interior del país, ya que los productos de estos últimos se comercian indefectiblemente por vía marítima.
Es menester incorporar en la enseñanza inicial, afianzar en los ciclos EPO y ESO, y finalmente en las universidades culminar el proceso que nos lleve a conocer que por nuestra situación geopolítica, toda actividad económica se produce porque productos entran y salen por el mar. Cualquier flujo de comercio o vía de comunicación cae inexorablemente en una vía marítima. Conocer y proteger el mar nos entrega un cuantioso cúmulo de recursos económicos y facilita el comercio.
Hablamos de conocer para querer, de querer para cuidar, y agrego: de cuidar para explotar sustentablemente la superficie marítima argentina. Definitivamente, esta explotación no se produce acertadamente sin educación.
¿Cómo cambiamos esta situación? Dos soluciones vienen de la mano de la famosa frase “¿qué fue primero, el huevo o la gallina?”. Podemos iniciar, para corregir el rumbo de nuestra política de intereses argentinos en el mar, reactivando económicamente el sistema a pura voluntad de la clase dirigente en concordancia con el otros actores fundamentales como ser astilleros, universidades, marina mercante, cámaras empresariales, sindicatos, puertos, pymes, sector privado en general, fuerzas armadas y de seguridad, etc. En otro sentido, podemos empezar por incorporar en la enseñanza de todos los niveles de una buena vez la “gota de agua” que nos inunde de conocimiento, y produzca que cuando todos esos jóvenes lleguen a su vida productiva no tengan que imponerse un esfuerzo extra de voluntad para ocupar el mar y aprovechar los beneficios de sus recursos. Surgirá naturalmente de ellos la solución a los problemas del futuro. Evitaríamos, por ejemplo, falta de cuidado del medioambiente, entorpecimientos económicos, y firma de tratados y acuerdos bilaterales nefastos.
Podemos observar, en una mirada rápida, que una actitud lleva a la otra. La producción generará el interés en la educación para conservar el esfuerzo, o la educación del pueblo originará la necesidad de volcarse a la producción de la industria marítima. Asegurar el éxito de cualquiera de estos ciclos al corto plazo puede tenderse efímero, pero sí disminuiríamos el error con seguridad y pondríamos a andar una rueda que realmente enfrente los desafíos del mundo actual.
Queda claro que en esta coyuntura, el país no está creciendo y otros hacen usufructo del espacio que dejamos vacío. Ejemplo de esto no sólo es la extracción de los recursos vivos, sino también la casi nula actividad de buques de bandera argentina en la hidrovía, pérdida gradual de provisión logística a buques de turismo extranjeros, incapacidad de reparación de buques en nuestros puertos que los hace migrar para su carenado a puertos extranjeros, casi nulo agregado de valor en factorías nacionales a productos del mar, entre otros.
Es un sistema complejo que requiere la sapiencia y buena voluntad de todos los sectores involucrados. Por lo pronto, y hasta tanto los dirigentes de todos los partidos políticos del país impulsen el cambio productivo, podemos comenzar por el sentido más económico del ciclo (en términos financieros, no de esfuerzo), con la educación permanente en los institutos de formación públicos y privados de esta temática transversal, el fomento de la actividad náutica deportiva, y la continuidad permanente de la temática en los medios de comunicación estatales. Sería el cambio de actitud, una buena manera de homenajear este 16 de julio al padre de los intereses marítimos argentinos, el Almirante Segundo R. Storni.
Imágenes obtenidas del Servicio de Hidrografía Naval (SHN) y Comisión Nacional del Límite Exterior de la Plataforma Continental (COPLA).