COMODORO RIVADAVIA.- Renato Ruiz tenía 19 años cuando fue a la Guerra de Malvinas con el Regimiento de Infantería Mecanizado 3 de La Tablada. Estuvo en la primera línea de batalla y cinco días antes de la rendición pisó una mina y perdió una pierna. El joven soldado fue trasladado a Comodoro Rivadavia y luego al Hospital de Campo de Mayo, donde fue atendido por una aspirante de enfermería y a suboficial del Ejército, que años más tarde se radicó en esta ciudad. Hace dos años a través de las redes sociales Renato buscó a la suboficial retirada Noemí Julio, y en la última semana se reencontraron en la ciudad luego de 40 años; una historia de hermandad y servicio.
¿Qué será de la vida de esos chicos?
Por más de 35 años esa pregunta dio vueltas y vueltas en la cabeza de Noemí Julio. La ahora suboficial retirada no podía olvidar aquellos días de 1982, cuando estaba haciendo sus primeras armas como aspirante a suboficial y de enfermería en el Ejercito y decenas de chicos de su misma edad llegaban heridos al Hospital de Campo de Mayo, tras haber estado en la Guerra de Malvinas.
La vida siguió para cada uno de ellos tras el final del conflicto y el alta médica. Sin embargo, la pregunta cada tanto volvía a la cabeza de Noemí, quien terminó convirtiéndose en suboficial y enfermera y se radicó en Comodoro; ciudad a la que llegó hace 37 años y se terminó quedando toda una vida junto a su marido, el suboficial retirado Luis Jiménez.
Era un día cualquiera de 2020 cuando una notificación de su teléfono iba a dar respuesta a esa pregunta que tanto se había hecho Noemí. A través de la red social Facebook le llegó una notificación desconocida y cuándo la abrió se encontró con una serie de preguntas que iban a cambiar todo, tal como recuerda.
“Yo siempre me preguntaba qué será de la vida de esos chicos, pero en ese entonces era muy difícil comunicarse, no como ahora; había solo teléfono y carta. Con dos o tres me comuniqué durante un tiempo pero después perdimos comunicación, y en 2020 un día recibí un mensaje de un chico que me preguntaba si yo era Noemí Julio, si había sido enfermera en el Hospital en el año 82. Yo me preguntaba quién sería y respondí que sí, hasta que me dijo: ‘yo soy Renato Ruiz'. Era uno de mis pacientes”.
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Noemí asegura que fue una emoción muy grande recibir ese mensaje. Se acordaba de Renato, el soldado que había perdido una pierna en Malvinas, y a quien había cuidado en el Hospital de Campo de Mayo, donde hizo su práctica de enfermería.
Al otro lado del teléfono, Renato Ruiz, cuenta que para él también fue muy emocionante reencontrarse con Noemí a través de las redes sociales.
“Fue algo muy lindo. A ella la recordé siempre, me la acordaba con nombre y apellido, pero no sabía cómo contactarla hasta que recordé que la esposa de otro veterano que era del mismo regimiento se había casado con una compañera de ella. La busqué en el Facebook de él y enseguida le mandé un mensaje. A las pocas horas me contestó con una euforia muy grande. ‘Si soy yo, ¿Cómo te va?’, me dijo, y así 38 años después la volví a encontrar”, cuenta Renato desde Mendoza, la ciudad donde está radicado hace varios años.
Renato en su visita a Comodoro.
SU HISTORIA EN LAS ISLAS
Renato, como todos los soldados, tiene su propia historia en las islas. Como dice, el destino tenía preparado eso para él en el gran libro que tiene Dios para cada uno de nosotros.
En su caso tenía 19 años cuando le tocó ir a Malvinas. Un año antes había salido sorteado para hacer el servicio militar obligatorio. A fines de marzo del 82 se preparaba para lo que sería su último mes en la colimba, para luego volver a la vida civil. Sin embargo, no sabía que el general Fortunato Galtieri tenía pensado recuperar las Islas Malvinas, su última carta en un gobierno que se caía a pedazos. Así, el 2 de abril, como todo el país, se enteró de la recuperación y enseguida supo que el Regimiento de Infantería Mecanizado 3 de La Tablada iba a ser partícipe de lo que vendría; aún la guerra era una incertidumbre.
Durante los días siguientes, Renato, que integraba el grupo de conductores motoristas, llevó equipamiento del regimiento al Palomar, donde salían los aviones para el sur. Había que prepararse para un posible combate. Así, el 10 de abril la mayor parte del regimiento viajó para la Patagonia y al otro día lo hicieron los conductores.
Casi 40 años después, Renato recuerda que a las dos de la tarde embarcó con destino a Río Gallegos y cerca de las seis llegó a la capital de Santa Cruz. Dos horas más tarde le dieron la noticia: tenían que embarcar un Boeing 737 de Aerolíneas Argentinas para ir a Malvinas.
En las islas, por ser infante, Renato estuvo en la primera línea de batalla. Allí donde se vive la guerra en su imagen más cruel. Pasó frío, hambre y sed, hasta que el 9 de junio todo cambió para él.
Eran cerca de las dos de la tarde cuando fue con un compañero a buscar turbas para calentarse. Su camarada le pidió que lo ayudará con la bolsa de arpillera y cuando levantó el bulto se dio cuenta que había pisado una mina antipersonal.
Lo próximo que recuerda es el horizonte, entre el mar, el cielo y los cerros. Luego, perdió el conocimiento, se enteró 20 años después.
Sus propios compañeros lo trasladaron al pueblo. Las 20 cuadras fueron eternas en la ambulancia del regimiento, hasta que llegaron al hospital de Puerto Argentino. Allí lo estabilizaron, y cerca de las veinte lo trasladaron al continente, gracias a la habilidad de un piloto que puso sacar el avión por Río Grande, esquivando al enemigo.
DE COMODORO A CAMPO DE MAYO
Renato tiene algunas imágenes del momento en que llegó a Río Grande. Sabe que luego lo trajeron al Hospital de Campaña que la Fuerza Aérea tenía en la IX Brigada Aérea de Comodoro Rivadavia, y esa misma noche, cerca de las 11, lo trasladaron al Hospital Regional.
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En el viejo elefante blanco estuvo dos días, hasta que el día 11, lo llevaron al Hospital de Campo Mayo, allí donde Noemí junto a un grupo de estudiantes de enfermería, aspirantes a suboficiales, ayudaban con las tareas diarias que imponía la guerra.
Eran tiempos difíciles para Renato; la mina le había quitado la pierna derecha y herido la izquierda. Cuenta que estuvo 51 días sin levantarse de la cama, y que en ese trayecto fue fundamental el apoyo de las enfermeras.
“Ellas fueron muy importantes en la parte psicológica, tanto ellas como tres señoras grandes, esposas de militares que venían y nos curaban las manos que las teníamos negras por el humo de las turbas, que es la tierra de Malvinas, que es como un carbón vegetal que nos servía para calentar la comida o calentarnos un poco. Ella nos curaban, nos preguntaban si teníamos familia y a uno le hacía muy bien porque siempre tenían esa sonrisa a flor de labio que a uno le levantaba el ánimo. Eso fue algo muy grandioso”, dice a la distancia.
Noemi junto a sus compañeras de promoción.
LA VIDA DESPUÉS DESPUÉS DE MALVINAS
Finalmente el 19 de octubre de 1982 a Renato lo dieron de alta y nunca volvió a saber más nada de Noemí, quien en diciembre de ese año egresó como suboficial del Ejército y enfermera.
Así, mientras él se intentaba reincorporar a la vida con todo lo que eso significaba para un veterano, Noemí hacía su primera experiencia laboral en el Ejército, destinada en el mismo hospital donde había aprendido su profesión. Allí estuvo cuatro años, y en el tercero conoció a Luis Jiménez, quien luego se convertiría en su esposo.
Precisamente, un traslado de Luis fue lo que los trajo a Comodoro Rivadavia. En principio eran dos años en esta ciudad que había sido Teatro de Operaciones del Atlántico Sur durante la guerra, pero la estadía terminó convirtiéndose en toda una vida, tanto que aquí nacieron sus tres hijas y hoy disfrutan de los beneficios de la ciudad, luego de una vida dedicada al Ejército.
Mientras la suboficial hacía su vida en Comodoro, Renato luchaba contra el estigma que significaba ser veterano y haber perdido una pierna. Cuenta que tres años le llevó tener la pensión que le permite tener una mejor calidad de vida y que como no encontraba trabajo, una vez que cobró le ayudó a su viejo a arreglar el motor del camión que tenía en la casa.
Precisamente en esa unidad, el 17 de marzo de 1985 fueron a Mendoza, a conocer a una chica que le había escrito luego que hizo una entrevista para el noticiero que conducía Enrique Alejandro Mancini y que se emitía por ATC. Quería agradecerle y terminaron siendo y formando su propia familia. Pero esa es otra historia.
Lo cierto es que Renato y su mujer intentaron hacer su vida en Buenos Aires, pero ante la falta de trabajo se radicaron en Mendoza, y al tiempo, el veterano de Guerra entró en YPF, que por entonces era estatal.
Renato estaba contento con su nueva vida, pero el trabajo terminó cuando la empresa fue privatizada, desde entonces no volvió a conseguir empleo.
Así, siguió la vida para ambos. Renato junto a su esposa, docente, sus dos hijas y su hijo; y Noemi junto a Luis y sus tres hijas. Pero más allá del tiempo, Renato siempre quiso reencontrarse con esa mujer que tanto lo ayudó y hace dos años decidió contactarla por Facebook.
En su carrera la suboficial pasó por el Hospital Militar de Kilómetro 8, también por el Comando de Brigada, el Liceo Militar General Roca y también, junto a su familia, estuvo en Chipre, convirtiéndose en la primera familia argentina en estar en una misión de paz.
Por la pandemia, hasta ahora no se había podido concretar el encuentro en persona entre Renato y Noemi. Sin embargo, finalmente se dio el último domingo, cuando el veterano llegó con su esposa a Comodoro para visitar a la enfermera que lo cuidó en Campo de Mayo.
Cuenta Noemí que volver a verlo fue emocionante. “Llorábamos los dos en el portón de la casa. Fue algo muy lindo, porque fue revivir toda aquella época”, dice con emoción.
A la distancia, Renato admite que sintió lo mismo. “Fue un verdadero placer volver a verla después de tantos años y conocer a su esposo, su hija, su yerno, sus nietos. Fue una maravilla como sinos hubiésemos conocido toda la vida. Yo quería agradecerle por todo lo que hizo, tanto ella como sus compañeras. Tenía esa necesidad de verla y que ella me vea, que vea que todo lo que hicieron ellas de tanto cuidarnos valió la pena, porque uno está bien. Realmente fue grandioso. Me vine muy contento, muy satisfecho".
Renato y su mujer viajaron a Comodoro para reencontrarse con Noemí. Ella y Luis, su marido, los llevaron a conocer diferentes lugares de la zona.
Noemí, en tanto, no tiene más que palabras de agradecimiento por este mimo de la vida que recibió y que le permite saber lo importante que fue su trabajo en ese momento. “La verdad es hermoso, es cerrar un círculo que quedaba pendiente. Yo le cortaba las uñas, le limpiaba los dedos negros y le curaba el pie de trinchera. Pero él lo que más me agradece es haberlo ayudado emocionalmente. Yo la verdad que eso no lo sabía, nunca imaginé que uno conversando con una persona pudiese ayudarlo tanto, y es algo que me pone muy contenta, porque sabíamos que en ese momento teníamos que ayudar al hospital y ayudar a los heridos. Es una gran satisfacción”, admite, esta suboficial que fue vital para un veterano de guerra, con el que se pudo reencontrar 40 años después y “cerrar un círculo que quedaba pendiente”.
Autor
Fredi Carrera