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CALETA POTTER – ANTARTIDA ARGENTINA

Padre e hijo se encontraron en la Antártida

Los marinos se encuentran embarcados en unidades navales que participan de la actual Campaña Antártica de Verano y lograron encontrarse en Caleta Potter, frente a la Base Antártica Científica Carlini.

Padre e hijo se encontraron en la Antártida

ANTARTIDA ARGENTINA.- Mientras el rompehielos ARA “Almirante Irízar” de la Armada Argentina finaliza las primeras tareas logísticas de la actual Campaña Antártica de Verano (CAV 2024-2025); un padre y su hijo lograron encontrarse en Caleta Potter, frente a la Base Antártica Científica Carlini.

Se trata de los marinos Jiménez: Roberto Alejandro, Suboficial Principal e Ignacio Agustín, Cabo Segundo, de Polvorines, Buenos Aires. Si bien era muy difícil, aunque probable, que se produjera el encuentro, éste pudo concretarse cuando el aviso ARA “Puerto Argentino” --donde se encuentra destinado Agustín-- y el rompehielos --en el que está su padre-- coincidieron en sus tareas antárticas.

El suboficial de 48 años, en el epílogo de su carrera naval, y su hijo Agustín de 21, en el inicio de la misma, se fundieron en un abrazo emotivo en el continente blanco. A mediados de diciembre pasado el encuentro tuvo lugar a bordo del “Irízar”. Fueron breves minutos compartidos, pero suficientes para sellar a fuego este momento en sus vidas.

Aquella mañana, el rompehielos comenzó con las operaciones logísticas de reabastecimiento y despliegue de personal militar y científico a la Base Carlini. Fondeado en Caleta Potter, el “Irízar” inició el despliegue de botes y embarcaciones de desembarco de personal y vehículos (EDPV) con equipamiento científico y carga general de materiales hacia la costa.

Al tiempo que estas maniobras se llevaban adelante, arribó a la caleta el ARA “Puerto Argentino” para recibir del rompehielos el traspaso de la dotación entrante que invernará en la Base Antártica Conjunta (BAC) Orcadas. Desde el aviso, una de las embarcaciones fue abordada por Agustín, quien se trasladó hacia el rompehielos en busca de su padre.

Papá Roberto transita su octava campaña en la Antártida, para el joven Agustín es la primera. En la cubierta del buque se encuentran, se abrazan y emocionan; se llenan de orgullo el uno del otro. Lo impensado sucedía.

“Fue un orgullo poder encontrarme con mi papá. Me genera grandeza, valor y ganas de seguir adelante con la carrera”, apunta Agustín.

“Verlo acá con su uniforme me enorgullece. Para él es su primer destino naval y lo trajo a la Antártida, como me sucedió a mí”, se emociona Roberto. “Parece una paradoja del destino, pero mi señora Viviana tuvo un sueño antes de que partiéramos a la Antártida: nos había visto juntos, a mi hijo y a mí, como en una foto, los dos contentos y sonriendo. Es muy difícil que se dé este encuentro, pero ella estaba convencida de que iba a suceder, y tenía razón”, compartió el suboficial.

Padre e hijo, cada uno en su especialidad naval, prestan servicio en la Armada Argentina: Roberto es Furriel, administrativo naval, y Agustín del escalafón Mar. Los une un vínculo de sangre que se fortaleció al compartir los valores navales: amor por la Patria, una gran vocación de servicio y, ahora, el orgullo de trabajar en el continente blanco.

Una vez finalizadas las maniobras y transportes aquella tarde, el “Irízar” levó anclas, despidiéndose de sus camaradas del “Puerto Argentino” para continuar rumbo a la BAC San Martín.

Roberto Jiménez lleva 30 años en la Armada. Actualmente es Suboficial Principal Furriel y su carrera estuvo ligada desde sus inicios a la Antártida.

“Mis padres son oriundos de Santiago del Estero, pero vivieron siempre en Polvorines donde me crié; papá trabajaba en Obras Sanitarias, era plomero y mamá, maestra y ama de casa. Tengo dos hermanos menores, Analía y Ricardo. Actualmente vivo con mi señora e hijos, al lado de la casa de mis padres, quienes retornaron a Santiago”, introduce el Suboficial Jiménez.

“Un primo mío, oriundo de Tucumán, estuvo en la Armada destinado en la corbeta ARA ‘Guerrico’ y participó en la Guerra de Malvinas. Yo creo que eso sumó mucho al momento de elegir la carrera porque era muy chico y lo recuerdo cuando venía a visitarnos”. Al finalizar el séptimo grado de primaria había pensado en ingresar a la Marina, influenciado también por la cantidad de publicidades que aparecían a finales de los ’80.

De chico fue a la escuela Nº 918 “Sargento Cabral” y la secundaria la hizo en Don Torcuato, en la Escuela Media Nº 3. “Tengo compañeros que aún frecuento, y amigos del barrio y de fútbol, algo que me apasiona al igual que el hard rock y la música punk”, confiesa este hincha de San Lorenzo al que le encanta ir a la cancha.

“No me anoté al terminar la primaria, pero desde entonces fui leyendo, quería ser militar. Al finalizar el secundario fui con un amigo a la Escuela de Suboficiales de la Armada en Buenos Aires, e ingresé en mi segundo intento en 1994”, relata. “Cuando ingresé me dieron la especialidad de Furriel y no sabía siquiera qué significaba, pero hoy no lo cambio por nada; siento el uniforme, la carrera, las canciones patrias, me siento muy identificado”.

Confiesa que el continente blanco forma una parte importante de su vida y es algo que le apasiona. “Siento a la Antártida como algo muy propio porque hice muchas campañas y patrullas”, relata y nombra al buque oceanográfico ARA “Puerto Deseado”, al transporte ARA “Canal Beagle”, al aviso ARA “Suboficial Castillo” y al rompehielos, donde realizó las últimas navegaciones por mares antárticos.

Como Furriel, su rutina diaria son las tareas administrativas. Actualmente está destinado en el Comando Conjunto Antártico (COCOANTAR) y es encargado de la “Mesa Armada Argentina”, siendo su trabajo habitual el de administrar personal y reglamentos de quienes son dotación antártica: “invernantes, cursantes y personal fijo perteneciente al Comando”, especifica.

“Mi primer destino fue la Dirección de Personal (DIAP) en Buenos Aires, en el Edificio Libertad y luego embarqué en el ‘Deseado’-buque oceanográfico-, que estaba en la Base Naval Mar del Plata. Es así que enseguida comencé mi carrera unida a la Antártida”, dice quien también navegó en la fragata ARA “Libertad”.

Durante estos 30 años de carrera, sus principales destinos fueron la DIAP y el Comando Naval Antártico --hoy Comando Conjunto Antártico-- donde desempeña su actividad con personal del Ejército Argentino y Fuerza Aérea Argentina, “trabajar con personal de las tres Fuerzas Armadas es muy dinámico y enriquecedor; me encuentro muy a gusto. Considero este destino una gran y grata experiencia por el trabajo de conjuntez al coordinar la preparación de las campañas”.

Roberto aclara que nunca influyó en la decisión de Agustín para que sea marino, “Con mi señora lo acompañamos y apoyamos. Siempre le fue muy bien en sus estudios, y por motivos propios se anotó en la Armada. En particular, le aconsejo que sea responsable, respetuoso, que aprenda y sepa escuchar, y que siga lo que le gusta”, detalla.

Agustín, por su parte, ingresó porque le llamaba la atención todo lo que su papá hacía en la Armada: “Ahora continúo en carrera porque me gusta mi especialidad, me encanta estar y trabajar en cubierta. Soy dotación del ‘Puerto Argentino’, mi primer destino desde el egreso a fines del 2023”.

Si bien recién comienza su carrera, el futuro de Agustín es prometedor. Desde su ingreso a la Escuela de Suboficiales de Armada donde fue Dragoneante, distinción que se otorga a los mejores Aspirantes Navales y en segundo año eso lo llevó a ser encargado de una de las compañías del Batallón Márquez de la escuela: “Cuando egresé, quedé primero en mi especialidad de Mar, y quinto de toda la promoción”.

Como su padre, habla con mucho cariño del barrio de Polvorines en el Partido Malvinas Argentinas. Nació el 11 de diciembre del 2003 en el Hospital Naval Buenos Aires “Cirujano Mayor Dr. Pedro Mallo” y toda su infancia la vivió en Polvorines junto a sus padres, su hermana mayor Eliana y su hermano menor Leandro.

“Fui al colegio parroquial ‘Rafael Torre’ en la primaria y la secundaria en Villa de Mayo. Mi infancia fue muy linda, estuvieron muy presentes mis padres, abuelos, y con mis hermanos compartimos mucho”, detalla.

Hoy en la Armada, lejos de su hogar, se encuentra por primera vez en la Antártida, experiencia que le gusta mucho: “Poder conocer la flora y fauna de este lugar, las largas navegaciones, visitar las bases y contribuir con el traslado de personal y materiales. Me gusta”.

“Me encanta tener la oportunidad de aprender más sobre mi especialidad donde hacemos todo lo relativo al trabajo en cubierta: maniobras marineras de remolque y anclas si vamos a zarpar, y mantenimiento del casco del buque, como superficies para limpiar y pintar”, describe. “Cuando cruzamos el Pasaje Drake nunca había sentido tan fuerte al mar y el movimiento del buque; pero lo logramos, pudimos pasarlo”, agrega.

Agustín capitaliza esta experiencia como así también su año a bordo del “Puerto Argentino”. donde realizó importantes tareas como el viaje al Astillero Río Santiago en septiembre del 2024 para buscar la compuerta flotante del Dique de Carena Nº 2 para el Arsenal Naval Puerto Belgrano.

Con el aviso remolcaron, desde Buenos Aires a Puerto Belgrano, la estructura de más de 800 toneladas de desplazamiento, un gran desafío que concluyó con éxito. En octubre pasado el AVPA participó además de la 5º Etapa de Mar, adiestramiento naval integrado de mayor despliegue en la Armada Argentina de los últimos años, con 14 unidades de superficie y un helicóptero Sea King.

“Me encantaría seguir en la Armada y aprender todo lo necesario para mi futuro. La Armada significa para mí lo más grande y bueno que me pasó hasta ahora. Volvería a hacer todo lo que hice: inscribirme, egresar en la Escuela de Suboficiales, y en mi especialidad de Mar”, concluye Agustín.

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