BUENOS AIRES.- Enrique Pinti murió durante la madrugada de este domingo, a los 82 años, en el Sanatorio Otamendi, según confirmaron a Infobae el empresario teatral Carlos Rottemberg y Cipe Fridman, amiga y asistente del cómico.
“Elegimos despedir a Enrique Pinti -enorme referente de esta Casa Teatral- recordando su última marquesina. Finalmente su salud no le permitió concretar el ‘Muy pronto’ anunciado. Sin dudas, Enrique protagoniza hoy uno de los momentos tristes de la historia del teatro argentino”, se publicó en la cuenta de Twitter del Multiteatro Comafi, junto a una foto del cartel que anunciaba un próximo show que tenía pensado hacer el humorista.
El artista, que en los últimos años venía sobrellevando un cuadro de diabetes severa y problemas circulatorios en las piernas, también experimentó una depresión desde que comenzó la pandemia del coronavirus. Con su muerte, se despide un símbolo del humor argentino de los últimos 50 años, que plasmó como nadie las desventuras de nuestro país en el emblemático espectáculo Salsa Criolla, con el que bordeó las 3 mil funciones haciendo reír y pensar a varias generaciones de argentinos.
El pasado 5 de marzo, Enrique había ingresado en el Sanatorio Otamendi por complicaciones en su salud. Desde ese momento, todo fue hermetismo en torno al actor, hasta que en las últimas horas la preocupación invadió a sus allegados y se extendió a toda la comunidad artística, que se mantuvo en vilo hasta conocer el triste desenlace. Según pudo saber Teleshow, durante estas tres semanas la salud del actor fue cambiante. Después de haber estado una semana en terapia intensiva, fue trasladado a una habitación común, donde con el correr de los días, su delicado cuadro experimentó avances y retrocesos. Hasta que en uno de los momentos críticos, su cuerpo se cansó de luchar y dijo basta.
Dueño de una verborragia y un histrionismo que los hizo marca registrada, en sus últimos espectáculos Pinti ya no había podido demostrar el despliegue de otros tiempos. Al punto que, lejos de los bailes y los cambios de vestuario que lo caracterizaban, terminó ofreciendo sus monólogos sentado en un escritorio y parándose solo para saludar a su público al final de la función. “Tengo en las piernas un problema, no tengo estabilidad, me caigo para un lado y para el otro, me he caído 50 veces. No me rompí la rodilla porque tengo unos huesos más fuertes que no sé qué. En un ojo tengo una obstrucción inoperable y del otro también veo poco. Entonces, tengo esto, lo otro, me río y digo: “De salud estoy muy bien”, porque, para mí, estar bien de salud es estar bien de la cabeza”, contó al respecto y con su habitual estilo, a este medio en una entrevista de septiembre de 2020.
Desde que vio La marca del Zorro con Tyrone Power, Enrique supo que quería ser actor. Atrás quedaba una carrera de Derecho, que siguió más por darle el gusto a su padre que por vocación propia. Su comienzo formal en las tablas lo ubicaba en El burgués gentilhombre de Moliere, y su primer reconocimiento lo tuvo como guionista, para figuras como Andrés Percivale, Osvaldo Miranda y Eduardo Bergara Leumann, hasta que Canela lo convocó para La luna de Canela y le dio el lugar de coconductor: su nombre dejó de ser un secreto bien guardado para tomar por asalto la vida cotidiana de lo argentinos.
Porque lo que quería Enrique era, actuar y le puso el cuerpo y la pluma a su propio destino. Así escribió y protagonizó Historias recogidas y el Show de Enrique Pinti hasta que se consagró con Salsa Criolla, una reseña satírica y cruda de la historia argentina, que fue vista por más de tres millones de espectadores.
Dueño de un estilo único e irrepetible, con un elogio de las palabrotas heredadas del lenguaje cotidiano en la casa de su niñez, también se lució en unipersonales como El infierno de Pinti, Pinti canta las 40 y Candombe nacional, entre otros. Además actuó en los musicales Los productores, Hairspray y Antes de que me olvide y realizó las adaptaciones de Chicago, Filomena Marturano y El joven Frankestein.
También dejó su sello en la televisión, con participaciones especiales en clásicos como Casados con hijos o Los Roldán, como jurado en tanques como ShowMatch o Tu cara me suena y como invitado de lujo, como opinador compulsivo y sensato en cuanto programa reclamara su talento. Artista inabarcable, su verborragia también lo acercó al rock: Charly García y Pedro Aznar musicalizaron sus textos para el disco Radio Pinti y fue Pololo en el recordado clip de Ojo con los Orozco, el rap inagotable de León Gieco. Y los títulos siguen, y dan cuenta de un artista versátil y profundo, que con la herramienta siempre compleja del humor, conmovió a su público y dejó una huella imborrable en el espectáculo argentino.