Según datos de Naciones Unidas, tres de cada diez habitantes del mundo carecen de acceso a servicios de agua potable seguros y seis de cada diez carecen de instalaciones de saneamiento gestionadas de forma segura.
Así, el número de personas que no cuentan con ningún servicio de agua básico es de 844 millones, y son 2.100 millones quienes no disponen de agua potable gestionada de forma segura, en tanto que 4.500 millones de habitantes no tienen acceso a servicios de saneamiento seguros y 892 millones aún hacen sus necesidades al aire libre. Además, solo el 27 % de la población de los países menos adelantados tiene acceso a jabón y agua para lavarse las manos in situ.
Por otro lado, en muchos lugares, las fuentes de agua suelen estar alejadas de los hogares, y generalmente son las mujeres y las niñas quienes dedican gran parte de su tiempo a buscar agua, tarea que suele exponerlas a ataques de hombres e incluso a animales salvajes.
Además, sin una instalación sanitaria adecuada, las personas no tienen más remedio que usar letrinas comunitarias o defecar al aire libre. Para las mujeres y las niñas, esto también conlleva una complicación extra, ya que encontrar un lugar para ir al baño afuera, a menudo puede dejarlas vulnerables al abuso y la agresión sexual.
Los problemas en el acceso al agua y al saneamiento exacerban la marginación de las mujeres al encerrarlas en un ciclo de pobreza, con consecuencias más amplias para la sociedad y las economías nacionales.
Casi un décimo de la carga global de enfermedades podría ser contenida a través del mejoramiento del abastecimiento del agua, saneamiento, higiene, y la gestión de los recursos hídricos. Tales mejoras reducirían la mortalidad infantil y mejorarían el estado nutricional y de salud de una manera sostenible.
El acceso a los adultos de agua y saneamiento, en particular a las mujeres, no solo les permitiría realizar actividades más productivas, sino que además crearían un empleo asociado.
Como lo señala el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, la crisis mundial del agua nace de la desigualdad y la pobreza y no de la disponibilidad física del recurso.
La mitad de todas las camas de hospital del mundo están ocupadas por quienes sufren de enfermedades ligadas a agua contaminada. Más gente muere por estas enfermedades que como resultado de todas las formas de violencia, incluida las guerras.
Por todo ello, el cuidado del agua y la satisfacción del derecho al agua y saneamiento, no son solo responsabilidad de las políticas públicas, sino que también requiere el firme compromiso e involucramiento de múltiples actores: gobiernos, universidades, empresas, sociedad civil y ciudadanos.
*Por Julián D’Angelo es Coordinador Ejecutivo del Centro de Responsabilidad Social Empresaria y Capital Social (UBA), Coordinador de la campaña “Acción por el Agua. Es ahora”(Cenarsecs-UBA).