El ultraderechista Jair Bolsonaro, electo en octubre con un programa de lucha contra la corrupción y la criminalidad, fue investido este martes presidente de Brasil.
Bolsonaro, un excapitán del Ejército, de 63 años, y su vicepresidente, el general retirado Antonio Hamilton Mourao, pronunciaron su "compromiso constitucional" ante el Congreso en Brasilia, por un mandato de cuatro años (2019-22).
Tras el fin de las formalidades, el flamante jefe de Estado pronunció su primer discurso oficial, en el que desde lo económico prometió ajustar las cuentas públicas y reformas del sistema financiero. Asimismo, en lo social, aseguró mano dura contra la delincuencia y "combatir la ideología de género".
"Reafirmo mi compromiso de construir una sociedad sin discriminación", prometió el capitán retirado del Ejército. Pero, al mismo tiempo, deploró la "ideología de género", a la que responsabiliza por impulsar la educación sexual en las escuelas, un tema candente en la campaña electoral.
Bolsonaro reiteró su propuesta a favor de la venta libre de armas para que los ciudadanos puedan ejercer su "derecho a legítima defensa".
Otra de las promesas de campaña de Bolsonaro fue dar prioridad a la seguridad y para ello "vamos honrar a quienes sacrifican sus vidas en nombres seguridad".
En ese sentido instó hoy a que se brinde el "respaldo jurídico de los policías", con una legislación que los exima de culpa cuando eliminan a sospechosos en un enfrentamiento armado.
Bolsonaro, 38º mandatario desde la proclamación de la República en 1889, llegó al lugar en un Rolls Royce descapotable, junto a su esposa Michelle y escoltado por una guardia montada.
La comitiva avanzó por la Explanada de los Ministerios, aclamada por una multitud que pudo acceder al lugar en medio de estrictas medidas de seguridad.
Antes de iniciar la procesión, Bolsonaro ratificó su promesa de "cambiar el destino de Brasil", en un video colgado en Twitter.
"Pretendemos, sí, cambiar el destino de Brasil, pero para eso necesitamos seguir teniendo su imprescindible apoyo", afirmó. Agradeció además "a Dios por estar vivo", en referencia a la puñalada que recibió en septiembre durante un mitin de campaña.
El excapitán del Ejército y diputado durante casi tres décadas asumió con una agenda de mano dura y conservadora en lo social y liberal en lo económico.
El exparacaidista, nostálgico de la dictadura militar (1964-1985) y con un historial de exabruptos misóginos, racistas y homófobos, asume las riendas de la mayor potencia latinoamericana, de 209 millones de habitantes.
Y lo hace con una fuerte legitimidad electoral, tras haber obtenido 57,8 millones de votos (55%) presentándose como un salvador en un país agotado por los escándalos de corrupción, la violencia y la crisis económica.
La capital política de Brasil amaneció virtualmente sitiada por un monumental operativo de seguridad que incluye fuertes restricciones para ingresar a la Explanada de los Ministerios, incluso para la prensa, y francotiradores apostados en los techos de los edificios públicos que bordean el centro de la ciudad diseñada por el arquitecto Oscar Niemeyer.
Con argumentos de campaña en defensa de la tortura y de reivindicación de la dictadura militar, Bolsonaro fue elegido en segunda vuelta con el 55% de los votos y se ha transformado en un fenómeno que supo aglutinar a los descontentos con la política tradicional, a los rivales del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), a parte de los referentes de la Operación Lava Jato y a quienes aún reivindican a la dictadura militar que gobernó el país entre 1964 y 1985.
Su gabinete tendrá 22 ministerios, entre ellos cinco ministros de origen militar, mucho más que en los gobiernos de los dictadores Ernesto Geisel y Joao Baptista Figueiredo.